This work analyses the diplomatic conflicts that slavery and the problem of runaway slaves provoked in relations between Mexico and the United States from 1821 to 1857. Slavery became a source of conflict after the colonization of Texas. Later, after the US-Mexico War, slaves ran away into Mexican territory, and therefore slaveholders and politicians in Texas wanted a treaty of extradition that included a stipulation for the return of fugitives. This article contests recent historiography that considers the South (as a region) and southern politicians as strongly influential in the design of foreign policy, putting into question the actual power not only of the South but also of the United States as a whole. The problem of slavery divided the United States and rendered the pursuit of a proslavery foreign policy increasingly difficult. In addition, the South never acted as a unified bloc; there were considerable differences between the upper South and the lower South. These differences are noticeable in the fact that southerners in Congress never sought with enough energy a treaty of extradition with Mexico. The article also argues that Mexico found the necessary leeway to defend its own interests, even with the stark differential of wealth and resources existing between the two countries.
El presente trabajo analiza los conflictos diplomáticos entre México y Estados Unidos que fueron provocados por la esclavitud y el problema de los esclavos fugitivos entre 1821 y 1857. La esclavitud se convirtió en fuente de conflicto tras la colonización de Texas. Más tarde, después de la guerra Mexico-Estados Unidos, algunos esclavos se fugaron al territorio mexicano y por lo tanto dueños y políticos solicitaron un tratado de extradición que incluyera una estipulación para el retorno de los fugitivos. Este artículo disputa la idea de la historiografía reciente que considera al Sur (en cuanto región), así como a los políticos sureños, como grandes influencias en el diseño de la política exterior, y pone en tela de juicio el verdadero poder no sólo del Sur sino de Estados Unidos en su conjunto. El problema de la esclavitud dividió a Estados Unidos y dificultó cada vez más el impulso de una política exterior que favoreciera la esclavitud. Además, el Sur jamás operó como unidad: había diferencias marcadas entre el Alto Sur y el Bajo Sur. Estas diferencias se observan en el hecho de que los sureños en el Congreso jamás se esforzaron en buscar con suficiente energía un tratado de extradición con México. El artículo también sostiene que México halló el margen de maniobra necesario para defender sus propios intereses, pese a los fuertes contrastes de riqueza y recursos entre los dos países.