La interpretación pan-europea de la personalidad de don Quijote empezó y siguió por todo el XVII enfocada en la comicidad de su locura, pero con el paso de los siglos ha vivido distintas etapas que reflejan las preocupaciones de las culturas que lo consideran hijo suyo. Los existencialistas del XX, herederos de la exaltación romántica del rebelde individualista, lo veían cuerdo, un modelo moral para imitar en una sociedad corrupta, a pesar de que Cervantes, y con él la crítica historicista, ponía hincapié en la resequedad de su cerebro. En el XXI el posmodernismo, inmerso en rápidos cambios mundiales, lo considera un actor que astutamente transforma su personalidad según las circunstancias. Madame d’Aulnoy, aristócrata de la corte de Louis XIV, conocía bien el Quijote y vivió un tiempo en España, pero empezó a escribir una historia de marco para una colección de sus cuentos de hadas con el típico desprecio de su clase por un burgués de sueños caballerescos que ambiciona colarse entre los ‘bien nacidos’. Sin embargo, ella no pudo dejar de percibir las similitudes entre este y su propia situación como forjadora de historias fantásticas, y decide que su protagonista va a triunfar. Dando fin a la novela desde una auténtica perspectiva cervantina de haz y envés, se deja llevar, si bien a regañadientes, por el soñador que se imagina un mundo menos exigente.
The pan-European interpretation of Don Quixote’s personality began, and continued to be throughout the 17th century, focused on his comical madness, but with the passing of the centuries that view has shifted to various alternatives that reflect the concerns of the cultures that consider him theirs. 20th-century existentialists, heirs to the Romantic exaltation of individualist rebels, saw him as sane, a moral model to be imitated in a corrupt society, in spite of the fact that Cervantes, and with him historicist criticism, stressed that his brain had dried up. In the 21st century postmodernism, caught up in rapid worldwide changes, consider him an actor who cleverly transforms his personality to fit the circumstances. Madame d’Aulnoy, an aristocrat at the court of Louis XIV, knew Don Quixote well and lived for a time in Spain, but still she began to write a frame story for a collection of her fairytales with typically upper-class scorn for a bourgeois with chivalric dreams whose ambition is to be accepted among the ‘well born,’ and so she decides to have her main character win out. Writing an end to the novel from an authentically Cervantine perspective of seeing both sides of the coin, she lets herself be carried away, even though she fights against it, by the dreamer who imagines a less demanding world.