En este artículo se da cuenta de aquello que perdura como novedoso de la teología latinoamericana de la liberación a cinco décadas de sus comienzos. El texto sitúa a esta teología en continuidad y como expresión de la recepción latinoamericana del Concilio Vaticano II. Los teólogos de la liberación han convenido en pensar que en Medellín, 1968, comenzó una apropiación creativa del Concilio, que consistió, en pocas palabras, en una opción por los pobres. El caso es que, si en los comienzos esta teología puso el énfasis en la necesidad de hacer cambios sociales y económicos estructurales en sociedades injustas, con el correr del tiempo ha descubierto la importancia de los pobres como sujetos de su reflexión y liberación. Ha sido muy significativo, en este sentido, descubrir el enorme valor de la lectura popular de la Biblia realizada en las comunidades eclesiales de base. Este artículo revisa, por lo mismo, el método de la teología de la liberación. Con el correr de los años se ha hecho necesario actualizar el planteamiento de Gustavo Gutiérrez para precisar lo esencial e incorporar el aporte, por ejemplo, de la teología feminista y de la teología india. Estas, bien distintas en cuanto a sus sujetos y temáticas, comparten sin embargo el ser teologías inductivas de colectivos que descubren su opresión. En una última sección, el artículo describe la que sería una novedad mayor, la concepción de la revelación. Varios teólogos no solo acogen el círculo hermenéutico de las teologías contextuales, sino que postulan que Dios continúa revelándose en el presente histórico con una Palabra nueva, la que se hace oír en el clamor de los pobres por su liberación.