En este artículo, se analiza el montaje teatral Galvarino (Santiago, 2012), dirigido y protagonizado por Paula González Seguel (Santiago, 1984). Tipificado como (auto)biográfico, el montaje es el resultado de un trabajo investigación liderado por González cuyo objetivo es recomponer la biografía de su tío, Galvarino Ancamil Mercado (adolescente mapuche becado en URSS por el gobierno de la UP [1970-1973], privado de volver a Chile por la dictadura [1973-1990] y, en su irreversible exilio, acribillado por una pandilla de skinheads [1993]). La hipótesis que guía el análisis señala que, tal como lo practica González, el proceso de escenificación de Galvarino adopta la forma del trabajo del parentesco: serie de labores cotidianas que propician el mantenimiento de los lazos de familia con parientes, incluso, más allá del destierro y la muerte. De la hipótesis, se desprende un objetivo: determinar qué estrategias escénicas debe desplegar González —como directora y actriz—para recuperar la figura de su tío asesinado en medio de un campo cultural asechado por el racismo y la censura. Al final, se concluye que González halla, en la voz del tío extraviado, una lengua que le permite rebelarse contra las estéticas y las políticas que rigen la convivencia transicional.